Estoy en problemas. Se suponía que debía
escribir sobre el brunch en Love
is Blind, y resulta que se me hace la boca agua de solo pensar en el
flan de dulce de leche con el que cerré con broche de oro mi comida del domingo
pasado y que es de lejos el mejor flan que me he comido en mi vida. Sólo por ese
flan vale la pena la visita.
Y no me culpen. Es verdad que muero por
el dulce. Pero la culpa es del mesonero que nos atendió: un muchacho venezolano
que nos guió por el menú de tal manera y con tal propiedad, que terminamos
comiendo sus platos favoritos. Por supuesto ¡acertamos en todo lo que ordenamos!
El brunch
en Love is Blind es opulento,
generoso (demasiado diría yo), y está compuesto de una entrada y un segundo
plato que invariablemente es servido con una patatas bravas que merecen no digo
un ¡bravo! sino una ovación de pie.
Mientras te atienden puedes ir picando
una ciabatta que te sirven con aceite
de oliva y vinagre balsámico. Mi recomendación: olvídate de eso. No hace falta.
Tómate una mimosa (hasta agosto estaban en promoción a 99 centavos) para
preparar el estómago para lo que viene.
A manera de entrada probé una ensalada de
espinacas bebé con aguacate y fresas, servida con un poco de quínoa y una
vinagreta con semillitas de ajonjolí tostado (que ya había comido antes en Crazy about you en Brickell Bay, el otro
restaurante que junto con Dolores but you
can call me Lolita, forma parte del Passion
Restaurant Group), pero que, en todo caso, es una delicia.
También comí los mejores huevos
estrellados: cocidos a la perfección y servidos en un sartén de peltre con dos
lonjas de jamón ibérico. Y ahí comenzó mi problema: porque solo la entrada (los
huevos) eran para mí más que suficiente.
Pero como en el menú las entradas están
al lado de los platos fuertes del brunch,
tuve que debatirme entre una oferta tan variada como suculenta que incluye: los
clásicos waffles belgas pero servidos
con pollo, tocineta y jarabe de arce; el infaltable omelet, cocido en horno de
pizza; un calzone de huevo con
mozarela y jamón también horneado, un mega sándwich de tres pisos con jamón,
tocineta y queso suizo preparado con tostadas de sourdough; el bistec con huevos, y unos huevos Benedict servidos
con short rib grillado de tal manera que parece caramelizado.
Opté por los huevos Benedict no sólo por
recomendación de nuestro mesonero, sino porque creo que no hay nada como una
salsa holandesa para juzgar la calidad de una cocina. Sólo puedo decir que Love is Blind pasó la prueba y tiene un
lugar no sólo en mi corazón sino también en mi estómago.
También probé el Triple Decker Hangover
Wrecker que es tremendo sándwich y una buena opción para los hambrientos.
Con su decoración ecléctica, Love is Blind tiene las lámparas más
divertidas de todo Miami y un bar al que habrá que ir una noche de estas.
El piso,
con acabados de baldosas antiguas, y todo el ambiente y la decoración, me hicieron
recordar las viejas casonas coloniales con patios y helechos colgantes, y son sin
duda un tributo a Coral Gables, su herencia notablemente española y su estilo de
vida elegante y tropical al mismo tiempo.
Love is Blind
225 Altara Ave, Coral Gables, FL 33146
+1 (305) 748-6118
Fui invitada a esta comida por Love is Blind. No recibí compensación económica alguna por escribir este post, el cual es una versión del que originalmente escribí para Miami Diario. Todas las opiniones aquí expresadas son mías.
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