Foto Karen Lapco-Dombey |
Lo que estamos viendo es el enfrentamiento entre la civilización y la barbarie, entre lo racional y lo primitivo, entre el progreso y el atraso, entre la libertad y la opresión, entre la democracia y la dictadura, entre los derechos humanos y quienes los violan sistemáticamente como un modo de vida, entre quienes tratan a las mujeres como seres humanos y quienes las tratan como bestias, entre quienes construyen y quienes destruyen.
El pueblo judío sobrevivió el holocausto y ha obligado al mundo a que los respete con su conocimiento, con su trabajo, no con gritos y lamentos. Los judíos, quienes representan menos de 0,2% de la población mundial, han sido receptores de 23% de los premios Nobel que ha otorgado la academia sueca.
De los 846 premios Nobel otorgados desde 1901, 194 han sido para honrar a físicos, médicos, economistas, químicos, escritores y pensadores judíos, algunos de los cuales sobrevivieron a los campos de exterminio durante el holocausto y sufrieron los avatares del antisemitismo durante sus carreras.
No recuerdo haber visto al primer judío matando para protestar, incendiando iglesias, mezquitas o embajadas, o utilizando niños como escudos humanos. No soy una persona especialmente religiosa, entre otras cosas porque fui criada por una mamá atea. Soy Católica por convicción. Creo en Dios y en la Virgen María Santísima. Y además tuve la buena fortuna de haberme criado en el barrio judío de Caracas y si algo aprendí en esos años fue el valor del trabajo duro, del esfuerzo sostenido, y sobre todo del respeto y la tolerancia.
Por eso, estoy a favor de Israel, como estoy a favor de la civilización, el conocimiento, el progreso, la construcción, los derechos humanos, la democracia y la libertad. Y parafraseando a la Primera Ministra Golda Meir, me atrevo a decir que si los bárbaros de Hamas quisieran más a sus hijos de lo que odian al pueblo judío, tendríamos paz en lugar de guerra.
Gracias por ayudarme a difundir este texto.
Shalom.
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