Aerin Lauder. Marzo es el mes de la mujer y ¿qué mejor
manera de celebrarlo sino con Aerin Lauder, la heredera de Estée Lauder?
La
verdad es que bien poco voy a eventos sociales. Vivo ocupada entre la cocina, mi
trabajo como escritora y mis dos hijos, y trato de evitar lo que me saque de mi
foco. Pero cuando Carolina García Abalo me invitó a un almuerzo con Aerin
Lauder, no me pude negar. Llegué a Neiman Marcus justo para el get-together en el stand de Aerin, la línea de productos que bajo el paraguas de Estée Lauder, tiene esta espigada mujer de 45 años, quien conversó y se tomó fotos con quienes la acompañamos en un evento en el que disfrutamos de una copa de champán y vino blanco.
Mi historia con Estée Lauder, la abuela de Aerin, es de vieja data. Comenzó cuando yo tenía 18 o 19 años, me preparaba para iniciar mis estudios universitarios en Caracas y me compré mi primera crema antiarrugas para el contorno de los ojos. Compré y usé esa crema por años y recuerdo que cuando llegaron a Venezuela los productos Clinique (otra de las marcas de The Estée Lauder Companies), dermatológicamente formulados y un poco más económicos que los de la marca Estée Lauder, me negué a cambiarme.
Usar algo con el sello Estée Lauder siempre fue un premio, una manera de consentirme y darme gusto con lo mejor. Y aunque he tenido coqueteos con marcas de la competencia, siempre regreso a la que fue mi primera marca de productos para el cuidado de la piel: ahora por ejemplo estoy usando Re-Nutriv Ultimate Diamond Transformative Creme, porque cuando ya no se tienen 15 hay que recurrir a la ciencia y la tecnología para devolverle a la piel su luminosidad y elasticidad.
Así que solté todo lo que estaba haciendo para irme a Merrick Park a conocer a la nieta de la mujer que de alguna manera me ha acompañado en estos últimos 30 años.
Y pude
apreciar la belleza de Aerin Beauty,
una línea de fragancias, productos para el cuidado de la piel y maquillaje,
inspirada en el estilo de Aerin Lauder, según el cual vivir hermosamente es algo
natural, que no implica mucho esfuerzo.
Al rato,
Carolina nos invitó a Piripi, el restaurante de su marido en Merrick Park, a tomarnos una copa de champán para cerrar la
tarde con broche de oro. ¿Ven
por qué digo que la vida es bella?
Gracias por compartir este post. Te invito a que también
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