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viernes, junio 12, 2015

Mario Vargas Llosa: De crítico a protagonista de la civilización del espectáculo

Foto HOLA
Hace 13 días estaba Patricia Llosa de Vargas celebrando sus bodas de oro con Mario Vargas Llosa y los hijos de la pareja. Y de pronto, el 10 de junio pasado, de golpe y porrazo la revista HOLA publica una portada en la que anuncia que Isabel Preysler, la emperatriz indiscutible de la prensa del corazón española, tiene una relación romántica con el Nobel de Literatura 2010, quien estaría “separado” de su esposa.
Siento una profunda admiración por Mario, no sólo porque es uno de mis escritores hispanoamericanos favoritos, sino porque es un paladín de las ideas de libertad. Como alguien cercano a mi corazón (por eso lo llamo Mario), la doble noticia acerca de su separación y nuevo romance, me dejó en shock: más por la forma que por el mismo fondo del asunto: total, el amor llega sin avisar y hay razones del corazón que la razón desconoce y, contra eso, no hay quien mande.
Como bien apunta Milagros Durán, HOLA no publica nada sobre Isabel Preysler que Isabel Preysler no apruebe. La primera esposa de Julio Iglesias suele bromear diciendo que quien quiera saber de su vida, no tiene sino que revisar su álbum de fotos familiares, es decir, el semanario donde ella es la preferida, la consentida, por encima de cualquier celebridad por noble o aristocrática que sea.
Preysler trabajó en HOLA. Y allí, precisamente en una asignación, conoció a su primer marido en 1970. Lo demás es historia: se convirtió en la filipina más conocida en el mundo después de Imelda Marcos, es una de las “periodistas” mejor pagadas de España, también conoció a Mario en una entrevista que le hiciera para la revista en 1986 y tiene el récord de ser la mortal que más ha salido en la portada de HOLA.
Así que no vaya usted que a creer que la portada de esta semana, mediante la cual Patricia Llosa de Vargas se enteró, al igual que el resto de la humanidad, de que su marido y ella estaban “separados”, es obra de la casualidad o del atrevimiento de un paparazzo. No. De ninguna manera. Y de allí el estupor de muchos: ella es viuda y no tiene compromiso, pero Mario ha podido ser menos cruel.
Por obra y gracia de los editores de HOLA, el primer Marqués de Vargas Llosa no sólo se separó de su prima hermana y esposa por 50 años, sino que además se convirtió en el acompañante de la elegantísima viuda de Miguel Boyer. Tanta noticia en un solo título, en una sola frase, en una sola fotografía, así: sin anestesia ni nada, sin pasar por “Go” como en el juego de Monopolio, ni cobrar $200.
Me atrevo a decir que se le acabó la tranquilidad al autor de La fiesta del chivo. Mario, quien ha sido habitué de saraos académicos e intelectuales, ha dicho reiteradamente que no le interesan las redes sociales y es un crítico acérrimo de esta, la que él considera “la civilización del espectáculo”.
Digamos que siempre fue una celebridad, pero privada. Saltó a la fama en pleno boom latinoamericano tras publicar La ciudad y los perros,  La casa verde y Conversación en la catedral. Fracasó en un intento de convertirse en presidente de su Perú natal, al ser derrotado en segunda vuelta por Alberto Fujimori, y se dedicó, para bien de la humanidad, a hacer lo que sabe hacer: pensar y escribir.
En 2010 la Academia Sueca le otorgó el premio Nobel de Literatura "por su cartografía de las estructuras del poder y sus imágenes mordaces de la resistencia, la rebelión del individuo, y la derrota". Y allí estuvo Patricia. Precisamente en su discurso de aceptación del Nobel, al referirse a ella, Mario dijo: 
“… todavía soporta las manías, neurosis y rabietas que me ayudan a escribir. Sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido Álvaro, Gonzalo, Morgana, ni los seis nietos que nos prolongan y alegran la existencia. Ella hace todo y todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden en el caos, mantiene a raya a los periodistas y a los intrusos, defiende mi tiempo, decide las citas y los viajes, hace y deshace las maletas, y es tan generosa que, hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: “Mario, para lo único que tú sirves es para escribir”.

Una separación y un divorcio no son cosa fácil a ninguna edad, menos después de 50 años de matrimonio. Pero más rudo aún es la forma cómo ocurrió todo. Y creo que rudo será también pasar de crítico a protagonista de esta, nuestra civilización del espectáculo.

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