Foto cortesía Mamás Latinas |
Y es que cuando la vi caminar por el escenario de la Time Warner Cable Arena, en Charlotte, derrochando garbo y clase —como si se tratará de una pasarela de la Semana de la Moda en Nueva York y no de la Convención Nacional Demócrata—, enfundada en ese vestido rosa tornasol que, lejos de ocultar, acentuaba sus amplias caderas, mostrando esos brazos mejor torneados que los de una atleta olímpica, calzando unas zapatillas también rosadas y con una manicura gris lavanda, no pude sino pensar: Michelle Obama se las trae.
Regia, segura de sí misma, no cabe duda de que Mrs. O se siente tan cómoda en su propia piel, como se siente cómoda en un vestido sencillo. Si bien el de anoche fue especialmente creado para ella por Tracy Reese, no es menos cierto que los diseños de esta modista de Detroit basada en Nueva York, se pueden comprar online a un precio que oscila entre $400 y $500. Cuando me enteré de que las zapatillas de gamuza eran, como en otras ocasiones, de J. Crew (y que también se pueden comprar online en $245), pensé que definitivamente Michelle Obama redefinió el rol y el look de la Primera Dama.
Pero Michelle no sólo brilló con luz propia porque lució espectacular. Creo que me quedo corta si digo que fue la estrella de la Convención Nacional Demócrata por su discurso que conectó no sólo con la audiencia en la Arena de Charlotte, sino también con quienes nos quedamos pegados de la televisión escuchándola contar la historia de su vida.
Directo al corazón, Mrs. O nos habló del sacrificio de sus padres para que ella tuviera la mejor educación posible, de cómo el hoy Presidente de los Estados Unidos fue criado por una mamá soltera con la ayuda de su abuela, de cómo cuando se casaron estaban enamorados y endeudados hasta los “tequeteques” con créditos educativos, y de cómo su esposo sabe lo que es el sueño americano porque él lo vivió.
Le creí cuando dijo que sigue enamorada de su marido y también cuando nos contó que el carácter, las convicciones y el corazón de Barack Obama son los mismos de aquel hombre de quien se enamoró hace 23 años. Pero para mí el momento cumbre fue cuando admitió que su rol más importante no es ni el de Primera Dama, ni el de esposa, sino el de mamá. “Soy la mamá en Jefe”, dijo Mrs. O ante una multitud emocionada a la que, no hay duda, se metió en el bolsillo.
Me sentí absolutamente identificada con ella. Al igual que Michelle me recibí con honores y tuve el privilegio de graduarme en una universidad Ivy League, tuve cargos gerenciales que más de un hombre hubiera querido para sí, le he dado la vuelta al mundo varias veces y créanme que para mí no hay nada más importante que hacer las tareas con mis hijos. Desde que nacieron, trabajo en mi casa y fíjense como será la cosa, que si no están leyendo esta nota más temprano, es porque tuve que salir de carreras a buscar a Andrés Ignacio (10) al cole, pues no se sentía bien.
Sé que ya han salido por ahí las feministas a criticarla, diciendo que las había decepcionado que, habiéndose graduado con honores, siendo abogada y habiendo ocupado cargos en los que ganaba más que su marido, Michelle Obama viniera ahora a “disminuirse” con el cuento de que para ella lo más importante en la vida es ser mamá.
No creo que haya sido un cuento. Creo que la Primera Dama está disfrutando enormemente su maternidad. Creo que además cuando nos dijo que sus hijas, Sasha y Malia, son todavía “el centro de mi corazón y el centro de mi mundo”, nos transmitió un mensaje sumamente poderoso en el sentido de que podemos ser profesionales, exitosas, competitivas y ocupar las posiciones más altas, sin soslayar la tarea importantísima de ser mamás y criar a nuestros hijos, para que sean personas de bien y se conviertan en adultos responsables e independientes.
Cuando veo a mis amigas inmigrantes como yo, quejándose porque no tienen aquí en Estados Unidos ni el trabajo ni el estatus que tenían en Venezuela, les digo: mira a tus hijos, mira tu casa, mira todo lo que has construido ¿te parece poco? La verdad es que no entiendo cómo no nos damos cuenta de lo importante que es ser mamás y de cómo siendo mamás podemos hacer una gran diferencia. No hablo de ser "mamá y papá". Hablo de ser mamás.
Creo que el mensaje de Michelle Obama fue un mensaje para las mujeres acerca de la importancia de volver a lo esencial: rescatar el valor de la familia y el rol de nosotras las mujeres dentro de la familia. Creo que, entre otros, su discurso tuvo el mérito de recordarnos no sólo la importancia de que ejerzamos la maternidad, sino también de que nos sintamos orgullosas de ser mamás.
Pero además nos dijo que ella —quien desciende de esclavos y es hija de un obrero—, y su marido, salieron adelante gracias a sus padres y abuelos que les dieron lo más importante que se le puede dar a los hijos: amor incondicional y sacrificio inquebrantable, para que tuvieran oportunidades que ellos no habrían soñado para sí.
Creo además que, en el medio de esta crisis, nos dijo que sí se puede, que incluso si no se tiene nada o se comienza con poco, si se trabaja duro y uno hace lo que tiene que hacer, entonces podemos construir una mejor vida para nosotros y un mejor porvenir para nuestros hijos y nietos.
Pero sobre todo nos dijo que Estados Unidos sigue siendo un gran país. Creo que el suyo fue un mensaje sumamente esperanzador sobre todo para quienes dudan del sueño americano: nos dijo que la historia de este país es una historia de imposibles y que SÍ se puede.
Creo que Michelle le devolvió la esperanza a las mamás, a las hijas, a las abuelas. No sé cómo estarán las encuestas Barack Obama-Mitt Romney, pero creo que la señora Romney tiene una cuesta muy empinada que remontar: una montaña llamada Michelle Obama.
(*) Esta nota es un híbrido de dos artículos que escribí para Mamás Latinas.
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