Cada mañana cuando me levanto, bajo a mi
terraza y mientras se hace el café y mis hijos se alistan para desayunar,
reviso mi jardín de hierbas.
Le digo jardín por el tamaño de la
felicidad que me proporciona: como si se tratara de acres y acres sembrados de
albahaca, ciboulette, menta, orégano, perejil, salvia y tomillo.
En realidad son seis macetas de terracota
donde están sembradas las hierbas que me hacen tan feliz.
Cuido de que tengan la tierra siempre
húmeda. Las voy rotando para que crezcan armoniosa y ordenanadamente buscando la luz del
sol. Las podo para que crezcan fuertes y frondosas.
Y a cambio de tanto mimo, de esos tiestos
salen pestos, infusiones, aguas frescas, bouquets
garni, mantequilla a las finas hierbas y pare usted de contar.
Por entradas como éstas fue que yo me quedé hace mucho prendida de tus páginas. Desde un inicio advertí que no se trataba de un recetario de viandas, sino de una aventura de vida. Y es el verdadero sentido que le doy a andar por estas tierras. Darle a cada cosa, por diminuta que sea, un sentido, una dirección, un lugar en el cual desenvolvernos, desarrollarnos e invocar al otro que somos para la misma tarea. Recuerdo que cuando te conoci por primera vez aún estabas en California y que luego te acercaste hacia Miami. Pasó mucho tiempo antes de que volviera a recibir tus posts. Y hoy te reencuentro con el mismo fervor y la misma alegría que da origen a tus tareas. Y me alegra. Tus maceteros son magnificos, tus hierbas preciosas, las tonalidades de tus comidas maravillosas, como los sabores y las palabras con las que las aliñan. Te reitero el afecto y el abrazo y mi permanencia incondicional a estos espacios tan extraodinarios.
ResponderBorrarPero mira quien apareció! Que gusto leerte y ver ese ojito inquieto hurgando por estos lares! Bienvenida a mi casa, que es tu casa!
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